El Señor Breton me dijo:
“El hombre propone y dispone.
Tan sólo de él depende poseerse por entero, es decir, mantener en estado de anarquía la cuadrilla de sus deseos, de día en día más temible.
Y esto se lo enseña la poesía.
La lleva en sí la perfecta compensación de las miserias que padecemos.
Y también puede actuar como ordenadora, por poco que uno se preocupe, bajo los efectos de una decepción menos íntima, de tomársela a lo trágico”
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